Digiero, por fin, mi proyecto performático en Bastardas, tras un reposo de casi dos años. He de decir que fue fuerte, muy fuerte, a nivel personal una catarsis.
Llego a la formación de Bastardas sin saber dónde me estoy metiendo, pero el proceso ya ha empezado, trabajamos con el cuerpo y las heridas. Para que engañarnos, en mis, entonces 33 años, aún no había atendido a mi herida y andaba supurando cada tanto, así casi 30 años.
Me decido, me armo de valor, esto es lo que quiero, me digo. Tengo apoyo de un motón de bastardas y entre todas nos lamemos las heridas hasta desinfectarlas. Esto sola nunca hubiese ocurrido.
I
Trabajo con tela, no es casual, la herida surgió en casa de la abuela materna, donde mi primo el chungo (así me refiero a él coloquialmente) clavó sus dientes durante una temporada. Y mi abuela, querida, fuente de regazo y abrazo, se pasaba el día cosiéndonos muñecas de trapo (ay si hubiera podido coser mis pedacitos rotos, ay si hubiera sabido).
Así que tengo el material, tengo el qué y me falta el como. Yo lo que quiero es que la gente sepa, me digo. No que sepan lo mío, solo que no deba ser un secreto, que sepan que esto ocurre, y ocurre en casa. A veces no nos lo creemos porque no podemos soportarlo.
Y voy, dentro del trabajo en equipo está mi pieza, que es la cuarta. Elijo el interior de la Karpintería de Histeria y esto no es casual tampoco, la Karpin es mi casa, donde me siento segura. Las casas, ese espacio de seguridad donde a veces ocurren cosas espantosas. No es el caso de Histeria (lo de las cosas espantosas) pero si me permite generar un espacio de seguridad y confianza para poder después romperlo.
La gente va llegando y en la puerta les dan una bolsita: dentro de la bolsa una venda para los ojos empapada en colonia infantil (el alcohol se ha evaporado pero queda el aroma) y un caramelo. Siguen las instrucciones, se sientan y se vendan los ojos. Cuando no vemos el resto de sentidos se agudiza, de modo que pueden oler la colonia con mayor intensidad. Luego llega el sabor del caramelo. Se escucha el sonido de un carrusel de cuna y a través de la venda, confeccionada con sábanas de niñe, se intuye una silueta que hace algo, pero no llega a verse. Una voz al oído de cada persona les invita a que cuando quieran retiren la venda y vean. El secreto. La mayoría se la quitan ya, otras personas aguantan unos minutos más con ella puesta.
Me ven, bajo el carrusel, tijera en mano, voy destrozando prendas de niño/ y bebé con una tijera. Una a una las corto, sobretodo en la zona genital, después las doblo para que no se vea el daño, y cuidadosamente las meto en una cómoda, bien ordenaditas, fuera de la vista.
Hasta ahí mi pieza.
Pero siento que está por concluir y el destino hace el resto.
II
Me llaman del festival "Grito de mujer" para participar con mi performance. Grito de mujer es un festival internacional nacido en latinoamérica que pretende dar voz a las mujeres y la violencia que estas perciben.Les comento que es un proceso irrepetible pero que si les parece puedo hacer una segunda parte. Este año en el festival participan niñes poetas así que la ocasión es más que ideal, airear los trapos, sacarlos a la calle. El festival se realiza dentro de la Kultur (un espacio autogestionado por vecinos del barrio).
Después de que les niñes recitan tiendo la ropa, cada prenda rota, en un colgador a la vista de todxs. Una vez que acabo el proceso pego una hoja en la pared con letra mayúscula en grande en distintos colores, con estadísticas varias, UNA/O DE CADA 5 MENORES HA SIDO VÍCTIMA DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR... y así, voy diciéndolas en alto, hasta la última frase en amarillo, que de lejos no puede verse. Invito a la gente a acercarse para leerla. Primero se acercan las niñas y niños, después las personas adultas por el efecto llamada. Puede leerse: SI MIRAS PARA OTRO LADO ERES CÓMPLICE.
Mi estómago me dice que esto no acaba aquí, ya he sacado los trapos sucios, ya he señalado, pero falta algo importante, reparar.
III
Centro cívico de San Francisco y esto de nuevo tampoco es casual. Esta vez un lugar público, se acabó dejarlo todo en casa. Es el centro cívico de mi barrio, es un espacio aséptico que he habitado en múltiples ocasiones bien ensayando bien asistiendo a actividades, charlas etc. Esta vez vuelvo a estar arropada por las hermanas Bastardas que están a su vez mostrando sus piezas.
Cuando el público llega a mi pieza les esperan las prendas rotas colgadas en unas cuerdas, a modo de tendedero, que ocupan todo el espacio. Yo, al fondo casi desnuda, con una camiseta hecha jirones y unas bragas medio rotas, recito un poema:
Muñeca de trapo en el fondo del armario
la infancia descosida y el corazón de tela se deshila.
Voy a remendar cada agujero hasta nacer de nuevo
y a descoserme la boca para poder hablar
he perdido el miedo a pincharme con la rueca
sin dedal( pero con ganas de luchar)
los monstruos de debajo de la cama se desangran
se acabó mi piedad y mi paciencia, voy a reconstruir mi esencia
y la inocencia la coseré muy fuerte para que no haya muerte por desgarro,
muñeca de trapo en el fondo del armario
tengo aguja e hilo y un montón de heridas por cerrar
Después invito a la gente a agarrar una prenda y coser lo roto. La gente participa activamente, al principio está tensa pero luego se relaja y ríe mientras cose, algunas personas no saben y piden ayuda a otras, y entre todas van arreglando cada prenda en un ambiente distendido, después vuelven a colgarla, esta vez sí, reparada, pero con el remiendo visible. Está roto, pero reparado. Hay cicatriz, pero no herida.
El proceso es más que potente, siento como si entre todas/os estuvieran ayudando a visibilizar y cerrar las heridas.
He de decir que desde entonces soy otra, que soy consciente de la cicatriz pero también de que ya no supura, que desde entonces me siento superviviente y no víctima y que puedo hablar de la herida sin dolor, que he dejado de sentir que estoy sola en esto.
Gracias Bastardas, por tanto.