Nacimiento de Amor al Arte




Una tarde de comienzos de verano charlaba con una amiga alrededor de unas cervezas. Yo venía de Buenos Aires, ella de Berlín, dos ciudades inquietas. Y casualmente acabamos de nuevo en el punto de origen: Castro… y una vez más nuestras eternas quejas, de que aquí no hay nada que hacer que no sea eso, charlar alrededor de unas cervezas.


Así de pronto se nos ocurrió dejar de quejarnos, y formar parte activa del proceso. ¿Qué aquí no hay nada? Habrá que hacerlo entonces. Lo bueno que tiene la gente inquieta es que se rodea de gente más inquieta todavía. Y llamamos a algunos amigos, a algunas amigas, que como nosotras estaban aquí sin quererlo estar del todo (siempre he pensado que en Castro al igual que en África hay fuga de cerebros y las mentes que no quieren permanecer estáticas tienden a escaparse). De pronto además de algunos amigos o amigas veteranos, se añadió gente nueva, creativa, con iniciativa, brillante, que ahora forman parte de esa gente que no quieres que se marche de tu vida.


Le pusimos nombre a la historia, Amor al arte, por las ganas de crear y la distancia entre algo tan presente en casi todas nuestras relaciones como es el dinero.


Primero tuvimos que deconstruir, para poder después comenzar a construir. Deconstruir la idea de grupo cerrado, de hacer cosas a cambio de dinero, de tenerlo todo atado, de rutina, de jerarquías. Construir un grupo que se nutre del otro, en el que todos enseñamos y aprendemos y en el que no se juzgan las ideas, un espacio sin censuras, abierto a cualquier indicio de creatividad.


Han pasado unos meses desde entonces y además de todo lo que hemos hecho está todo eso que Amor al Arte nos ha hecho. Personalmente no hay día que pase sin que pare a pensar como modificar, que crear. Genero y comparto ideas con gente que a su vez hace lo mismo, y nuestra mente, como buen músculo, se fortalece y nutre. Hace bastante que no me da tiempo a aburrirme. Aprendo a interrelacionarme de otra manera, mediante un proceso creativo, en el que el espacio para juzgar no existe. Y a la vez aprendo a expresar y recibir críticas constructivas. Sigo aprendiendo (esto es infinito). Pero definitivamente lo mejor de todo esto es que ya no puedo decir “en Castro no hay nada”.