Los locos son ellos

La creatividad fué engullida por el Decentán, el Somnovit y el Artane retard. Están llenos de cuerdos los psiquiátricos. No fue un buen año el 93, ni para la poesía ni para los abrazos. Se perdió la mirada entre tanta pastilla y tanta pared blanca. Visitas semanales, nudos verbales. Impotencia. 
Tu no entendías nada y yo entendía menos todavía. 
EL pabellón II está lleno de gente que no sabe que sabe demasiado. 
Ahí estabas tú, tan grande, tan triste, en medio de nadie. No había voces que hicieran compañía. Delirios de mierda. 
Yo me enfadaba mucho y aunque quería verte no quería ir a verte. Así que solo iba a a veces. 
Recuerdo un día, un chico joven, el más joven de allí dentro, que quería jugar a palmas. Y yo, entre asustada y enternecida, jugaba, sabiendo que era ya mayor para esos juegos. 
Yo no quería palmas pero si quería tocar tus manos, tan pequeñas para un hombre tan grande. 
Me abrazabas mucho, yo me quejaba. Siempre me quejaba más de la cuenta. No sabía que allí dentro los abrazos duplicaban el valor que tenían fuera. Yo fuí siempre de letras.
Y ahora si voy un día y te sueño y me abrazas prometo no quejarme y elevar los abrazos al cubo y mandar a la mierda a los cuerdos. Que aunque soy de letras (como tú) también soy de abrazos (como tú).

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